Está pasando….
Llega final de año, y de repente todo son prisas, estrés, objetivos, «tengo que», «debería hacer», nuevos proyectos, y agobios de muchos tipos.
Es cómo si todo el mundo «despertase» y comenzase a valorar sus números, sus procesos, gestión, ventas, etc.
Y no, es un día más, un cambio de fecha más, sin mayor trascendencia que la que nosotros queramos darle. Porque todo lo que sucede en nuestro negocio debe ser medible y revisable, pero no es obligatorio hacerlo en estas fechas en concreto. Es más, yo prefiero hacerlo en octubre, y en enero, que en diciembre.
Nos hemos acostumbrado a gestionar los negocios, como nos lo marcan los «supermercados».
¿Qué es Navidad? Hay que hacer revisión del año.
¿Que es principio de año? Hay que marcar objetivos anuales, semestrales y mensuales.
¿Qué entramos en verano? Hay que analizar cómo está funcionando el negocio, hacer limpieza para volver de vacaciones y comenzar formaciones como si no hubiera un mañana.
¿No te suena? En cualquier momento, Coca-Cola nos marcará el calendario a seguir…
«Toca cambio» «toca reinvención» «toca mejora» «Toca innovación», sin pensar en lo interno con cariño.
Y es que sería interesante recordar que en nuestro negocio, somos quienes debemos decidir. Con cabeza y alma, por supuesto, pero valorando cuándo es mejor para nosotros hacer esas valoraciones. Saber qué es lo que queremos medir, y cómo aplicar acciones que nos ayuden a mejorar, o a tomar esa decisión difícil que a veces debemos tomar.
Porque cada día podemos elegír qué hacer en nuestro negocio para que sea más rentable, y nos hagas sentir mejor. ¿No te parece?